Historias

Sara y Abraham

Sara y Abraham
En la historia de Abraham que se encuentra en el Génesis, uno no puede dejar de sorprenderse por la repetición de escenas que se llaman entre sí incluso en una primera lectura. Al llegar al extranjero, Abraham hace pasar dos veces a su mujer por su hermana, tanto en Egipto como en Gerar, donde se enfrenta al rey del país (12:10-20 y cap. 20). Dios hace dos pactos con él, uno unilateral (cap. 15) y otro bilateral (cap. 17). Se anuncia dos veces el nacimiento de Isaac, la primera vez a Abraham (17:17-21), la segunda a Sara (18:9-15). Otro episodio doble relata dos escenas domésticas entre Abraham y su esposa Sara en relación con Agar y su hijo Ismael, escenas prolongadas por un vagabundeo de Agar en el desierto y su encuentro con un mensajero de Yhwh (16:1-14 y 21:8-21).

Historia de Abraham y Sara

En el Génesis, Sara se llama "Sarai", que en hebreo significa "mi señora" o "mi princesa". Entonces Dios la nombra "Sara", un nombre hebreo que significa "dama", "princesa" o "noble".

Era tan hermosa que Abraham estaba preocupado
Cuando viajaron a Egipto, Abraham le dijo: "Ya ves, sé que eres una mujer hermosa de ver. Cuando los egipcios te vean, dirán: "Esta es su mujer" y me matarán, pero a ti te dejarán vivir. Por favor, di que eres mi hermana; entonces me tratarán bien gracias a ti, y seguiré vivo gracias a ti. (Génesis 12:11-13)

Cuando llegan a Egipto, los egipcios ven a Sara y la encuentran muy hermosa. Es llevada al palacio del Faraón, pero es protegida por Dios que golpea al Faraón con grandes plagas. Entonces se revela la verdad: Sara es la esposa de Abraham, y el faraón los deja ir.

Tras años vagando por Egipto, la pareja volvió a Canaán para pasar el resto de su vida en la zona, construyendo un altar para Dios que visitaban todos los días. Fue en esta etapa que Sara ofreció su esclava a Abraham, para que el seguidor de Dios pudiera tener un hijo al ser Sara estéril. De la relación entre la esclava Agar y Abraham nació Ismael, siendo un personaje de gran importancia en la tradición bíblica.

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Cuando Abraham llegó a los 99 años recibió junto a su mujer la visita de Dios, quien les dijo que su promesa se cumpliría en breve, y que Sara podría engendrar un hijo. Este hecho es de gran relevancia, ya que convierte a Sara en la única profeta mujer que recibió la visita de Dios, mostrando con ello su gran relevancia. El hijo de la pareja fue Isaac, siendo una pieza clave para la evolución de la religión.

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Sara no debía preocuparse, pues Dios les había prometido un hijo a Abraham y a ella. Cuando los tres forasteros visitaron a Sara y Abraham, el Señor les prometió que dentro de un año tendrían un hijo.

En efecto, en menos de un año sucedió lo imposible. Sara, que ya estaba demasiado vieja para tener bebés, tuvo un hijo. Abraham tenía cien años cuando nació el bebé de Sara. Él y Sara estaban tan felices y tan agradecidos con Dios porque finalmente había oído sus oraciones, que los dos lloraron de alegría.

Cada vez que Abraham veía al niño, sonreía. Y Sara sonreía todo el tiempo. El niño los hacía tan felices que a menudo reían juntos. Entonces le pusieron al bebé Isaac, que significaba «Él ríe». El niño era una buena razón para reír y estar felices.

Abraham y Sara como ejemplos de fe a Dios

Cuando nos tomamos el tiempo de revisitar a nuestros antepasados en la fe, a menudo salimos con nuevas perspectivas sobre el pasado así como sobre nosotros mismos. Hay una gran abundancia de historias que ilustran los temas de la naturaleza humana en todas las generaciones; son temas centrados en heridas y el perdón, logros y fracasos, ambición y lujuria, así como generosidad y compasión. Estos hilos comunes a menudo nos abren la puerta para pasar a un encuentro con Dios que entra en la situación humana. También es un paso a la búsqueda de compañeros en nuestra peregrinación espiritual.

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Lo que exploramos en esta serie es el tema del acompañamiento y el testimonio fiel, un tema que el autor de Hebreos nos presenta bien. En lo que se entiende mejor como sermón, revisa la historia de Israel para demostrar la constancia de Dios y el cumplimiento de la expectativas en la persona de Jesús, el gran Sumo Sacerdote.

Después de mirar el ejemplo de fe en las vidas de los líderes Israelitas, leemos estas palabras de ánimo: "Por tanto, como estamos envueltos en una gran nube de testigos, librémonos de toda carga y pecado a la que estamos sujetos y perseveremos en la carrera ante nosotros, fijando nuestra vista en Jesús, el líder y perfeccionador de la fe" (Hebreos 12,1-2a).

Y por tanto, consideramos a algunas de esas personas cuyas vidas dan testimonio de Dios y de lo que significa ser discípulos. No llevaron vidas moral o espiritualmente perfectas, pero son genuinamente humanos en sus respuestas a Dios. El mejor lugar para comenzar es encontrarnos con Abraham y Sara, los padres de nuestra fe, cuya historia se encuentra hacia el final de Génesis 11.

Como núcleo de su identidad, Abraham era un nómada que viajaba a través de la región de la Ribera Fértil durante toda su vida. Es el área asociada hoy con el Oriente Medio que incluye partes de Irak, Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Israel, y pequeños territorios de Turquía e Irán. Las tierras pantanosas fértiles en su tiempo entre el Tigris y el Eúfrates se han secado en el curso de los siglos, pero la fe de estos pueblos de la antigüedad continúa dando frutos.

A Abraham se le recuerda por dos cosas que demostraron que era un hombre obediente y de fe. El primer lugar, se le conoce como un hombre anciano ya a quien Dios le pidió que confiase en su promesa y su guía. Junto con su esposa Sara, fue llamado a dejar lo conocido por lo desconocido y a confiar en que su infertilidad se tornara en una gran descendencia (Génesis 12,1-5; 15,2-6). En segundo lugar, se le conoce como el patriarca dispuesto a sacrificar a su hijo prometido, Isaac (Génesis 22,1-8).

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Sara también es conocida por dos cosas. En primer lugar, está dispuesta a creer en la promesa de Dios de un hijo en su ancianidad, pero también es impaciente para esperar (Génesis 16,1-2; 18,1-15) De todas maneras, sus acciones demuestran creatividad y determinación. En segundo lugar, aunque al principio está dispuesta a aceptar un hijo adoptivo a través de su sirvienta, Hagar, más tarde tiene su propio hijo, Isaac, y trata a Hagar y al niño Ismael con una envidia amarga (Génesis 16,4-10; 21,9-21).

Quizá no se recuerde tan frecuentemente el hecho de que dos veces se dice de Abraham que hizo pasar a su propia esposa, Sara, como hermana suya (Génesis 12,10-20; 20,1-18). La entregó a los dominadores enemigos para que las cosas fueran bien para él para viajar por su territorio. Este acto de cobardía demuestra que incluso este gran padre de la fe puede ceder a intereses egoístas.

Sin embargo, este hombre también parece haber tenido una fuerte consciencia de la naturaleza de divina y de la naturaleza humana. Cuando Sodoma y Gomorra estaban al borde de un bien merecido castigo por sus pecados (Génesis 18–19) Abraham ruega por unas ciudades recordadas por los profetas como ciudades inmorales (Jeremías 23,14), sin justicia social (Isaías 1,9-10) y con descuido total de los pobres (Ezequiel 16,46-51), aún así Abraham se atrevió a interceder por ellas ante Dios. En una reciente audiencia el Papa Benedicto XVI, dijo que Abraham, "tocó a la puerta del corazón de Dios" sabiendo que encontraría misericordia para el inocente.

Abraham y Sara eran seres humanos sencillos que respondieron a Dios, incluso si a veces de una manera imperfecta. Lo que a cada uno le faltaba, se compensaba por su caminar valeroso "hacia donde el Señor los enviaba" (Génesis 12,4).

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