Primera epístola a los tesalonicenses
La Primera epístola a los tesalonicenses o 1 de Tesalonicenses es uno de los veintisiete libros que conforman el Nuevo Testamento cristiano. Así mismo, es una de las trece epístolas atribuidas, por la tradición, a Pablo de Tarso,1 una de las siete menores y, en tanto que primera cronológicamente de todas ellas, las mayores y las menores, una candidata a ser considerada obra inaugural de la literatura cristiana.
¿Quién escribió este libro?
Pablo escribió 1 Tesalonicenses (véase 1 Tesalonicenses 1:1; véase también 1 Tesalonicenses 2:18).
¿Cuándo y dónde se escribió?
“Pablo escribió las epístolas a los tesalonicenses desde Corinto durante su segundo viaje misional”, alrededor de los años 50–51 d. C. (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Pablo, Epístolas de”, escrituras.lds.org).
¿Para quién se escribió este libro y por qué?
Pablo escribió 1 Tesalonicenses para los miembros de la Iglesia de Tesalónica. Tesalónica era la ciudad más poblada y próspera del antiguo reino griego de Macedonia debido a dos características importantes: la ciudad fue construida en el mejor puerto natural del mar Egeo, y se encontraba ubicada sobre la principal carretera que unía Roma y Asia.
Durante el segundo viaje misional de Pablo, el Espíritu le indicó a este y a sus compañeros (Silas, Timoteo y Lucas) que viajaran a través del mar Egeo hasta Macedonia (véase Hechos 16:6–12). Eso dio inicio a la predicación del Evangelio en Europa. Después de predicar en Filipo (véase Hechos 16:12–40), Pablo y Silas viajaron a Tesalónica.
Pablo trabajó con Silas en Tesalónica, pero los líderes judíos los obligaron a salir de la ciudad (véase Hechos 17:1–9). Más tarde, Timoteo le informó a Pablo que los santos tesalonicenses había permanecido fieles a pesar de la persecución y que su influencia recta se estaba extendiendo (véanse Hechos 18:5; 1 Tesalonicenses 1:7–8; 3:6–8).
Los conversos tesalonicenses fueron algunos de los primeros europeos en aceptar el Evangelio, y como resultado de ello se enfrentaron a la persecución. También tenían muchas preguntas acerca de la Segunda Venida. Por lo tanto, en su carta a los tesalonicenses, Pablo escribió palabras de aliento y fortaleza y abordó sus preguntas acerca de la segunda venida de Jesucristo.
características distintivas del libro
Uno de los temas principales de Pablo en su Primera Epístola a los Tesalonicenses es la Segunda Venida. Se centró en la participación de los justos en los acontecimientos de la Segunda Venida, en especial de los santos que habían muerto anteriormente (véanse 1 Tesalonicenses 2:19; 3:13; 4:13–17; 5:1–10). A diferencia de muchas de las otras epístolas de Pablo, 1 Tesalonicenses no contiene reprimendas de importancia sino que brinda alabanza y encomio para los santos de Tesalónica.
Aprendizaje
El cristianismo empezó desde cero. Fue rechazado por su cultura madre y poco era lo que tenía que ofrecer ante el esplendor que ofrecía Roma y la tremenda visión racional del mundo de los helénicos. Los apóstoles, por su parte, todavía estaban temerosos de si era local o universal su mensaje.
En este panorama de ser o no ser del incunable cristianismo apareció el aguerrido Pablo, pues a cada paso que daba en su proselitismo asentaba las bases firmes de una religión dominante en potencia. Sin embargo en sus primeros años también es posible imaginar a un apóstol de los gentiles que dudaba de cómo difundir la nueva propuesta. Primero entre la sandalia y la palabra y después entre la exhortación y la pluma. En este tránsito se puede ubicar la Primera Carta a los Tesalonicenses.
Por considerársele el documento más antiguo del Nuevo Testamento, es una pieza clave para la reconstrucción de los orígenes del cristianismo. Este primer documento redactado con el fin de ofrecer consolidación y ánimo a sus receptores originales, trascendió más allá de su objetivo original.
Se convirtió en el primer tratado teológico del cristianismo primitivo al abordar temas como la Parusía y la Resurrección, además de adentrar al lector posterior –esto es al cristiano de todas las épocas– y al estudioso –historiador, teólogo, antropólogo, erudito, etcétera– a entender la vida cotidiana y las dificultades de su fe, esperanza y caridad de los seguidores helenistas de Cristo de a mediados del siglo I de nuestra era. La Primera Carta a los Tesalonicenses es una obra inmortal y sobre todo universal en todos los sentidos que se quiera ver.
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