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Ezequiel
El libro de Ezequiel contiene las visiones y las profecías de Ezequiel, al que Jehová llamó para ministrar a los judíos cautivos en Babilonia. Este libro muestra que el Señor está al tanto de Su pueblo en dondequiera que esté. Al estudiar este libro, los alumnos aprenderán que Dios llama a profetas como atalayas para advertir a Sus hijos del peligro.

¿Quién escribió este libro?

El profeta Ezequiel es el autor del libro de Ezequiel. Escribiendo desde la perspectiva de la primera persona, Ezequiel escribió las visiones y revelaciones que recibió de Jehová. Ezequiel era un sacerdote que estaba entre los judíos cautivos que el rey Nabucodonosor llevó a Babilonia aproximadamente en el año 597 a. de J.C. (véase Ezequiel1:3). Según el relato de 2 Reyes 24:14–16, los babilonios llevaron cautivos a los hombres principales de la tierra en aquella época; por tanto, es posible que Ezequiel haya sido de una familia prominente e influyente (véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Ezequiel”). Ezequiel profetizó y comunicó las palabras de Jehová a los exiliados judíos aproximadamente en la misma época en que Jeremías profetizaba en Judá y Daniel profetizaba en la corte de Babilonia.

¿Cuándo y dónde se escribió?

El libro de Ezequiel se escribió durante el cautiverio de Ezequiel en Babilonia. Profetizó aproximadamente entre 592 y 570 a. de J.C. (véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Ezequiel”). Después de ser llevado cautivo, Ezequiel se estableció con otros judíos en un lugar llamado Tel-Abib junto al río Quebar (véase Ezequiel 1:1–3; Bible Dictionary, “Ezekiel”). Fue allí donde Ezequiel escribió que los cielos le fueron abiertos y vio las visiones de Dios (véase Ezequiel 1:1).

Biografia de Ezequiel

(Siglo VI a.C.) Profeta hebreo al que se atribuye la redacción del libro homónimo del Antiguo Testamento (Libro de Ezequiel), o al menos de gran parte de él. Según la tradición bíblica, era hijo de Buzzi, un sacerdote de Jerusalén. Cuando el rey babilónico Nabucodonosor destruyó Jerusalén, Ezequiel siguió a sus habitantes en su exilio a Babilonia.

Según la cronología comúnmente aceptada, el primer período de profecía de Ezequiel se sitúa entre el año 592 a.C. y el 585 a.C., y el segundo período a partir de 572 a.C. En la primera de dichas etapas anunció la pronta destrucción de Jerusalén, debido a la proliferación de la injusticia y el aumento de los ritos paganos; en la segunda, anunció la restauración de la casa de Israel por intermediación de la gracia divina y aconsejó a los exiliados que abandonaran la diáspora y regresaran a la tierra de la cual procedían.

Compuesto por 48 capítulos, el Libro de Ezequiel comienza con una visión gigantesca de animales, de querubines fulgurantes, que guían el carro en que se apoya el altísimo trono de Dios. Esta teofanía grandiosa, no fácil de entender, fue repetida por San Juan Evangelista en su Apocalipsis. El elegido, amedrentado, cae al suelo y en esta posición recibe la orden de ir "en busca de los hijos de Israel, hipócritas y verdaderos escorpiones que inoculan veneno a los demás, tardos de mente y duros de corazón" (II).

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Ezequiel durante siete días permanece silencioso en su casa. Transcurrido este tiempo oye una voz interior que le expone la responsabilidad de vida y de muerte que pesa sobre él desde que recibió la misión (III). Y helo aquí convertido en centinela de su pueblo, fiador de Israel para con Dios. Ante el asombro de los hebreos desterrados en Babilonia, él cumple con silencio expresivo estos actos originales que han de simbolizar las terribles calamidades que abruman al pueblo quebrantador de la fe (IV-V).

El profeta habla por fin, pero para vituperar la maldad de los idólatras y de los deshonestos, y para anunciar que el Señor hará cosas como no se han visto semejantes desde que el Templo existe (VI-VII). No hay que mecerse en vanas esperanzas. Israel y Judá serán exterminados con la espada, con el fuego, con bestias feroces, con hambre; los montes de la querida patria quedarán cubiertos de las ruinas de los altares de los ídolos rotos, y de los huesos de los que los adoran.

Los ancianos de Judá van a su encuentro y Ezequiel es arrebatado en éxtasis ante sus huéspedes; considera el pecado capital de Israel y el ineluctable castigo que se aproxima. Visión dramática por la cual, viendo en el Templo el sagrado carro de Yahvé, asiste espiritualmente a los actos idólatras que allí se perpetran y a las escenas de exterminio inminentes. Sigue el anuncio de la conversión y la futura renovación de Israel (VIII-XI). Otras acciones simbólicas son realizadas, otras impresionantes parábolas, otros apólogos son pronunciados, para iluminar a sus hermanos y llamarlos a Israel (XII-XIII; XIV-XIX).

Hasta aquí el profeta ha insistido casi exclusivamente en la catástrofe final de su patria. En la segunda parte (XXXII y siguientes) aparece un motivo más consolador: Israel será restaurado, tendrá un porvenir glorioso. Y Ezequiel expone la naturaleza de esta renovación y traza su historia con los grandes rasgos de una visión mesiánica. El profeta Isaías había sido el de la misericordia divina; el profeta Jeremías, el de la venganza; Ezequiel es al mismo tiempo el profeta de la venganza y de la misericordia de Yahvé. La reorganización de los hijos de Judá en tiempos de Ciro y la aflicción de los hijos de Judá en tiempos de Nabucodonosor, que constituyen los temas preferidos de Isaías y de Jeremías, constituyen el fondo de la profecía de Ezequiel, y sus promesas alcanzan tiempos lejanísimos, girando señaladamente en torno al misterio de Jesucristo y de su Iglesia.

El estilo de Ezequiel es personal y original: siente predilección por las imágenes, las figuras, los símbolos. Si es inferior en elegancia estilística a Jeremías, emula casi a Isaías en la elevación. Terrible y vehemente, siempre severo y enojado, a menudo revolucionario, Ezequiel emprende los temas con un estilo a veces solemne y a veces descuidado, y los prosigue con la perseverancia de un riguroso encadenamiento de ideas. Ningún escritor del Antiguo Testamento es más enérgico, más combativo, ni más majestuoso.

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¿Qué podemos aprender de la vida de Ezequiel?

Ezequiel, cuyo nombre significa "fortalecido por Dios", creció en Jerusalén, sirvió como sacerdote en el templo y estaba entre el segundo grupo de cautivos llevados a Babilonia junto con el rey Joaquín. Mientras estaba en Babilonia se convirtió en un profeta de Dios; él es el autor del libro del antiguo testamento que lleva su nombre. El ministerio de Ezequiel comenzó con la condena y el juicio de la nación de Judá. Después de la destrucción de Jerusalén, las profecías de Ezequiel hablan de esperanza para el futuro. Ezequiel quería ayudar a que el pueblo aprendiera de sus fracasos. Anunció el juicio inminente sobre los pueblos que rodeaban a Judá y restableció la esperanza para la restauración de Israel. Su visión del valle de los huesos secos (Ezequiel 37), describe la nueva vida que se estaba impartiendo en la nación, que se produciría en el reinado del milenio de Cristo en la tierra.

La primera visión de Ezequiel fue el trono de Dios, e incluía las cuatro criaturas vivientes y las ruedas que giraban. Ezequiel también tuvo visiones detalladas de un nuevo templo (Ezequiel 40-43), una Jerusalén restaurada (Ezequiel 48:30-35), el milenio (capítulo 44), y la tierra en la que el pueblo de Dios habitará (Ezequiel 47:13-23). Israel y Judá volverán a ser restauradas a la unidad desde los confines de la tierra, cuando la gloria de Dios también regrese y Él habite en medio de su pueblo. Estas hermosas visiones de Ezequiel se refieren tanto a los planes de Dios inmediatos y a largo plazo. Él entregó los mensajes de Dios con un lenguaje directo para que todos pudieran entender, ya sea que escucharan o no (Ezequiel 2:7). Ezequiel mismo recibió una advertencia de Dios que, si él no advertía fielmente del castigo por no seguir a Dios, él sería responsable por la sangre de quienes morían en sus pecados (Ezequiel 33:8-9). Él no dudó en su misión y firmemente siguió las instrucciones de Dios. Ezequiel tuvo una visión apasionada del juicio y la esperanza, y él reflejaba la misma tristeza de Dios por los pecados del pueblo.

El profeta experimentó gran oposición durante su vida, aunque obstinadamente expresó el deseo de Dios que los malvados no mueran, sino que se convirtieren de sus malos caminos y vivan. Su enmudecimiento periódico durante sus primeros años se rompió cuando Dios lo capacitó para hablar, y se soltó su lengua para pronunciar el pasaje más largo de la continua esperanza en la biblia. Quemar, cortar y esparcir su cabello, representó la caída de Jerusalén y la traída de vuelta del remanente de Dios (capítulo 5). Las palabras esperanzadoras culminan en la promesa de la posesión eterna de la tierra, de un eterno príncipe del linaje de David, un pacto eterno y un santuario eterno en Israel (Ezequiel 11:16-21). Él da un paso en el tiempo después de que Israel ha sido restaurado, hasta la misteriosa invasión desde el norte que Jehová traería contra Israel, pero que luego serían totalmente derrotados. Esto demuestra que ninguna nación enemiga podrá invadir de nuevo la tierra santa y tener éxito, y la gloria del Dios de Israel volverá, entrando por la puerta oriental del templo que Ezequiel visualiza.

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Ezequiel ha mostrado a todos los cristianos que debemos ser obedientes al llamado de Dios en nuestra vida. Dios le dijo a Ezequiel que gimiera con un corazón quebrantado y amarga tristeza por el juicio venidero y, a través de su impresionante libro, Ezequiel nos está diciendo lo mismo. ¡El juicio viene! ¡Y se cumplirá, dice el Señor! Nosotros, también podemos advertir a otros y compartir con ellos las buenas nuevas de salvación en Jesucristo.

Características Literarias

Los tres profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel) y Sofonías todos tienen la misma secuencia básica de mensajes: (1) oráculos contra Israel, (2) oráculos contra las naciones, (3) consuelo para Israel. En ningún otro libro se ve este patrón tan claro como en Ezequiel.

Aparte de la claridad de la estructura, el libro de Ezequiel revela simetría. La visión del templo profanado por la destrucción (cap. 8-11) está balanceado por la visión del templo restaurado y purificado (cap. 40-48). El Dios presentado en ira agitada (cap. 19) se muestra también como un Dios de consuelo (“El Señor está allí” 48:35). El llamado de Ezequiel para ser un vigilante anunciando el juicio divino (cap. 3) se balancea por su llamado a ser un vigilante anunciando la nueva era a seguir (cap. 33). En un lugar (cap. 6) las montañas de Israel reciben un reproche profético, pero en otro (cap. 36) son consoladas.

Los libros proféticos son usualmente poéticos, los profetas hablan aparentemente en estilos imaginativos y rítmicos. Sin embargo, la mayor parte de Ezequiel, es prosa. Quizás debido a su trasfondo sacerdotal. Sus repeticiones tienen un efecto inolvidable, y su orientación sacerdotal también se refleja en los tipos de oraciones con estilo de leyes (compara 3:19, “Si no adviertes a los malignos…” con Éxodo 21:2, “Si compras un sirviente hebreo…”).

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