Si Dios es omnipotente, ¿por qué permite el sufrimiento?
Hay quien dice que una buena pregunta trae consigo parte de la respuesta. El reto de esta pregunta es saber exactamente en qué sentido se plantea.
En un sentido amplio, si la pregunta es por el origen del sufrimiento, ¿por qué existe?
La respuesta que ofrece el Apocalipsis es la verdad sobre el pecado. Los seres humanos eligieron rechazar el amor de Dios, trayendo sobre sí muchos males, entre ellos el sufrimiento. Pero, ¿por qué el hombre tenía ante sí esa posibilidad?
Porque Dios lo creó libre, con capacidad de amar. Porque, para ser capaz de amar, hay que ser capaz de no amar. Por desgracia, en los orígenes, el ser humano eligió no amar, rechazando a Dios por desobediencia. Evidentemente, estas respuestas dejan más preguntas y volvemos a la situación inicial.
Si la pregunta inicial quiere saber por qué Dios, siendo omnipotente, no "resuelve" el problema del mal y del sufrimiento, entonces la pregunta sería: ¿por qué sigue existiendo el sufrimiento?
La respuesta que encontramos es que no existe un "ser" llamado sufrimiento, sobre el que Dios pueda enviar un rayo y exterminarlo. Lo que sí existe es gente que sufre. En ese caso, Dios tendría que acabar con ellos para poner fin al sufrimiento. Pero Dios, que es todo Amor, no "resuelve" los problemas así.
Sin embargo, estos dos enfoques siguen dejando la pena de no haber tocado algo importante en la pregunta original. Tal vez una formulación que ayude sea preguntar por el sufrimiento de los justos. De este modo, la pregunta manifiesta el drama al que nos enfrentamos: ¿por qué Dios, que todo lo puede, permite que los justos sufran?
¿qué hace el Dios Todopoderoso ante la realidad del sufrimiento?
Los cristianos conocemos la respuesta: en la Pascua, el sufrimiento que era consecuencia del pecado se transfigura ahora, en Cristo, y se convierte en causa de salvación. Con San Pablo podemos decir: "donde abundó el pecado (y sus consecuencias), abundó la gracia" (Rm 5,20).
Así, al participar en la Pascua de Cristo mediante el Bautismo, nuestros pecados y nuestros sufrimientos se insertan también en la acción salvífica de Dios.
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